18.10.08

Krugman sabe que no basta interpretar a la ingeniería financiera, hay que cambiarla




Publicat al blog Diario Itinerante (18/10/2008)


La Academia de Ciencias en Estocolmo y economistas de facultad en Estados Unidos insistieron en que el premio Nobel de Economía concedido a Paul Krugman es por su aportación a las ciencias económicas y no su periodismo. Pero, en un momento en el que la historia se acelera con la nacionalización de la banca internacional para salvar el sistema financiero mundial y un peligro grave de recesión larga y profunda, creo que Krugman se merece otro premio por su extraordinaria capacidad para unir teoría y periodismo activista.
Desde su poderosa columna que se publica todos los lunes en el 'New York Times', reproducida en cientos de diarios por Estados Unidos y el mundo, Krugman es un solitario ejemplo de los que Gramsci llamaría praxis. Es decir, como escribió Marx en su contundente reproche a los filósofos del siglo XIX, "No basta con sólo interpretar el mundo sino hace falta cambiarlo".
Y lo que hace falta ahora es imaginar un mundo en el que no existen los derivados financieros, los credit default swaps, las collateral debt obligations, ni los banqueros y especuladores que los usan para ganar billones y chantajear a gobiernos, ni los consejeros delegados que cobran 400 veces más que sus empleados. Para empezar.
Keynes hizo uso de su prosa elegante y mordaz para intervenir en el debate de la desastrosa entre guerra en brillantes fusiones de teoría y polémica desde las "Consecuencias económicas de la guerra" (1919) hasta "La teoría general" (1936) pasando por "The great slump" (1930). Keynes diseccionaba con bisturí la ortodoxia torpe del Tesoro británico en los veinte, al igual que Krugman hace con Henry Paulson.
Sin Keynes habría sido imposible el "New Deal" –la regulación de Wall Street que iniciaría un periodo de 50 años de redistribución económica- y es posible que Krugman aun pueda ayudar a crear un nuevo "New Deal" si sigue presionado cuando Obama esté en la Casa Blanca. Porque, para cambiar el mundo hace falta derribar los argumentos de intereses creados y poderosos. Y esto, como sabían Keynes y sabe Krugamn, requiere no sólo razón sino retórica e ironía.
También requiere una plataforma influyente que, en el caso de Krugman, ha sido aun más difícil en un mundo caótico de ideas e ideologías infinitas e información saturada. Pero ha creado quizás la columna más influyente del mundo en estos momentos, que leemos con hambre y satisfacción porque el gran teórico, la mente maravillosa, dice exactamente lo que sentimos con una indignación moral y espontánea respecto a las horrorosas injusticias económicas de nuestros tiempos.
Esta fusión de teoría rigurosa e indignación moral, me parece, puede ser la primera parte de la praxis de esta crisis. Ya veremos si la organización política y sindical pueden terminarlo en la calle y el lugar de trabajo. Pero si esta crisis financiera del 2008 marca el principio de una nueva era de capitalismo regulado, la vuelta del estado intervencionista, quizás hasta una radical redistribución de la renta y riqueza, Krugman es el economista más estrechamente identificado con este cambio.
Tras años en los que los premios iban año tras año a economistas conservadores de la Universidad de Chicago, el Nobel de Krugman refuerza la sensación -creada en el 2001 con la elección de Joe Stiglitz- de que se está produciendo un cambio importante en la orientación política de las ciencias económicas dominantes.
Sus libros desde "Pop internacionalismo" hasta "The Great unravelling" han movilizado teorías en el nombre de cambio político con una pluma didáctica e irónica como ningún economista desde Keynes.
Nacido en Long Island, estado de Nueva York, Krugman estudió ciencias económicas en el Massachusetts Institute of Technolgoy bajo la tutuela del brillante economista y teórico de comercio Ruddiger Dornbsuch. Curiosamente su primer trabajo de asesoramiento fue en el consejo de asesores económicos de la Casa Blanca, con Reagan, entre 1982 y 1983.
Pero ya tras la crisis financiera de las cajas de ahorro a finales de la década y la recesión posterior, todo fruto de una política ideológica de desregulación, empezó a defender públicamente un "New Deal" que fracasaría en los mercados de bonos al inicio de la nueva administración Clinton. 16 años después, en una situación muy parecida, Krugman propone un cambio de rumbo aun más radical, con un sistema de sanidad pública y políticas radicales de redistribución. Pasa a Obama por la izquierda. "Si Obama no puede encontrar la pasión en los asuntos económicos que le ha faltado, hasta le haría perder esta elección", escribió en agosto.
La fuerza con la que Krugman ha sacado las ciencias económicas de la facultad y el laboratorio de econometría para meterlas de lleno en el debate político, ha enfurecido a otros economistas. "Ha adquirido bastante enemigos", dijo Dani Rodrik de Harvard en declaraciones a Blommberg. "No está en la categoría de Keyens sino de Oprah Winfrey", dijo ayer el economista conservador Doland Luskin. Pero a Krugman –igual que a Keynes- no hay nada que le guste más que sacar de sus casillas a conservadores por debajo de su rango intelectual.




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